Tener influencia artística temprana logró abrirme los ojos a un entorno gris y recto. Lima se mostró ante mis ojos como una ciudad donde escaseaba el arte, donde se notaba que la gran mayoría de edificaciones eran cuadradas, con diseños muy similares unos a otros, cercanos a ser cajas de zapatos. La mayoría de la misma paleta de colores: blanco, beige, gris, azul. Me di cuenta de que, en Lima, faltaba el color, le faltaba esa creatividad que haga que cada uno de los edificios sea especial, único. Además, noté que le faltaba verde, no había suficientes áreas verdes. Viajando a provincia, pude sentir esa falta de atención del gobierno que siempre escuchaba. Infraestructura débil, hospitales en construcción desde hacía ya demasiados años, hogares en malas condiciones, escuelas demasiado pequeñas para un grupo de estudiantes demasiado grande. Me di cuenta de la extrema centralización en la que vivimos día a día, que no cambia.

 

Viendo todo esto, decidí mi carrera, Arquitectura. Lo que deseo para Lima y para mi Perú es lograr crear un entorno diferente, único, donde cada uno pueda vivir en una edificación con formas aún no construidas en el país. Viviendo cerca a áreas verdes. Donde Perú no sea sólo Lima, si no cada uno de los departamentos, como Lambayeque, Cusco, Apurímac. Donde cada una de las personas pueda gozar de un sistema educativo y de salud de calidad, con edificaciones que lo demuestren.